Calila e Dimna (siglo XIII)
El religioso que vertió la miel y
manteca sobre su cabeza
Dijo la muger: «Dicen que un
religioso había cada día limosna de casa de un mercador rico, pan e miel e
manteca e otras cosas de comer. Et comía el pan e los otros comeres, e guardaba
la miel e la manteca en una jarra, e colgola a la cabecera de su cama, fasta
que se finchó la jarra. Et acaesció que encaresció la miel e la manteca, et
estando una vegada asentado en su cama, comenzó a fablar entre sí et dijo así:
“Venderé lo que está en esta jarra por tantos maravedís, e compraré por ellos
diez cabras, e empreñar se han, e parirán a cabo de cinco meses”. Et fizo
cuenta desta guisa, e falló que fasta cinco años montaban bien cuatrocientas
cabras. Desí dijo: “Vender las he e compraré por lo que valieren cient vacas,
por cada cuatro cabras una vaca, et habré simiente, e sembraré con los bueyes,
et aprovechar me he de los becerros e de las fembras e de la leche, et antes de
los cinco años pasados habré dellas e de la leche e de las mieses algo grande,
et labraré muy nobles casas, e compraré esclavos e esclavas; et esto fecho,
casarme he con una muger muy fermosa e de grant linaje e noble, e empreñar se
ha de un fijo varón complido de sus miembros, e poner lo he muy buen nombre, e
enseñar le he buenas costumbres, e castigar lo he de los castigos de los reyes
e de los sabios, et si el castigo e el enseñamiento non rescibiere, ferir lo he
con esta vara que tengo en la mano muy mal”. Et alzó la mano e la vara, en
diciendo esto, e dio con ella en la jarra que tenía a la cabecera de la cama, e
quebrose, e derramose, la miel e la manteca sobre su cabeza.
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/otras/calila/calila07.htm
TEXTO 2
Don Juan Manuel (1282-1348), El conde Lucanor
Cuento VII. De lo que aconteció a una
mujer que le decían doña Truhana
Otra
vez hablaba el conde Lucanor con Patronio en esta guisa:
-Patronio,
un hombre me dijo una razón y mostrome la manera cómo podía ser. Y bien os digo
que tantas maneras de aprovechamiento hay en ella que, si Dios quiere que se
haga así como él me dijo, que sería mucho de pro pues tantas cosas son que
nacen las unas de las otras que al cabo es muy gran hecho además.
Y
contó a Patronio la manera cómo podría ser. Desde que Patronio entendió
aquellas razones, respondió al conde en esta manera:
-Señor
conde Lucanor, siempre oí decir que era buen seso atenerse el hombre a las
cosas ciertas y no a las vanas esperanzas pues muchas veces a los que se
atienen a las esperanzas, les acontece lo que le pasó a doña Truhana.
Y
el conde le preguntó como fuera aquello.
-Señor
conde -dijo Patronio-, hubo una mujer que tenía nombre doña Truhana y era
bastante más pobre que rica; y un día iba al mercado y llevaba una olla de miel
en la cabeza. Y yendo por el camino, comenzó a pensar que vendería aquella olla
de miel y que compraría una partida de huevos y de aquellos huevos nacerían
gallinas y después, de aquellos dineros que valdrían, compraría ovejas, y así
fue comprando de las ganancias que haría, que hallose por más rica que ninguna
de sus vecinas.
Y
con aquella riqueza que ella pensaba que tenía, estimó cómo casaría sus hijos y
sus hijas, y cómo iría acompañada por la calle con yernos y nueras y cómo
decían por ella cómo fuera de buena ventura en llegar a tan gran riqueza siendo
tan pobre como solía ser.
Y
pensando esto comenzó a reír con gran placer que tenía de su buena fortuna, y
riendo dio con la mano en su frente, y entonces cayole la olla de miel en
tierra y quebrose. Cuando vio la olla quebrada, comenzó a hacer muy gran duelo, temiendo que había perdido todo lo que cuidaba
que tendría si la olla no se le quebrara.
Y
porque puso todo su pensamiento por vana esperanza, no se le hizo al cabo nada
de lo que ella esperaba.
Y
vos, señor conde, si queréis que lo que os dijeren y lo que vos pensareis sea
todo cosa cierta, creed y procurad siempre todas cosas tales que sean
convenientes y no esperanzas vanas. Y si las quisiereis probar, guardaos que no
aventuréis ni pongáis de los vuestro, cosa de que os sintáis por esperanza de
la pro de lo que no sois cierto.
Al
conde le agradó lo que Patronio le dijo e hízolo así y hallose bien por ello.
Y
porque a don Juan contentó este ejemplo, hízolo poner en este libro e hizo
estos versos:
A las cosas ciertas encomendaos
y las vanas esperanzas, dejad de lado.
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/juanma/vii.htm
TEXTO 3
Félix María de Samaniego (1745-1801)
Llevaba
en la cabeza
una
Lechera el cántaro al mercado
con
aquella presteza,
aquel
aire sencillo, aquel agrado,
que
va diciendo a todo el que lo advierte:
¡Yo
sí que estoy contenta con mi suerte!
Porque
no apetecía
más
compañía que su pensamiento,
que
alegre la ofrecía
inocentes
ideas de contento,
marchaba
sola la feliz Lechera,
y
decía entre sí de esta manera:
«Esta
leche vendida,
en
limpio me dará tanto dinero,
y
con esta partida
un
canasto de huevos comprar quiero,
para
sacar cien pollos, que al estío
me
rodeen cantando el pío, pío.
Del
importe logrado
de
tanto pollo mercaré un cochino;
con
bellota, salvado,
berza,
castaña engordará sin tino;
tanto,
que puede ser que yo consiga
ver
cómo se le arrastra la barriga.
Llevarelo
al mercado,
sacaré
de él, sin duda, buen dinero:
Compraré
de contado
una
robusta vaca y un ternero,
que
salte y corra toda la campaña,
hasta
el monte cercano a la cabaña».
Con
este pensamiento
enajenada,
brinca de manera
que
a su salto violento
el
cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!
¡Qué
compasión! Adiós leche, dinero,
huevos,
pollos, lechón, vaca y ternero.
¡Oh
loca fantasía,
qué
palacios fabricas en el viento!
Modera
tu alegría;
no
sea que, saltando de contento
al
contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre
su cantarillo la esperanza.
No
seas ambiciosa
de
mejor o más próspera fortuna,
que
vivirás ansiosa
sin
que pueda saciarte cosa alguna.
No
anheles impaciente el bien futuro;
mira
que ni el presente está seguro.
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