1. Nociones fundamentales de semántica
La semántica es la disciplina que se
ocupa del significado de
los signos lingüísticos, fundamentalmente de las palabras.
Cada uno de
los rasgos significativos mínimos en que puede descomponerse el significado de
una palabra se llama sema.
1.1. El campo semántico
Un campo semántico es un conjunto de palabras asociadas porque comparten
una parte de su significado.
El campo
semántico queda definido por el sema o los semas que comparten todas las palabras
que pertenecen a él.
La
extensión de un campo semántico depende, lógicamente, del sema que lo define;
así, el campo semántico de los medios de transporte terrestre incluiría palabras
como tren, autobús, coche, bicicleta,
matro, taxi, etc. y el de los medios de transporte en general sería
bastante más amplio (todos los anteriores y además los transportes marítimos,
fluviales y aéreos).
Si el
número de componentes de un campo semántico es fijo se llama campo cerrado (el de los meses del
año); en el caso contrario, es un campo
abierto (como el de las plantas).
1.2.
Relaciones semánticas entre las palabras
La
semántica se ocupa también de estudiar ciertas relaciones que se establecen
entre el significado de las palabras. Aunque parece que lo más lógico es que a
cada significante le corresponda un único significado (monosemia), en realidad
suceden con muchísima frecuencia casos diferentes, como la polisemia, la
homonimia, la sinonimia, la antonimia, la hiperonimia y la hiponimia.
1.2.1.
La polisemia
Se da cuando a un solo significante le corresponden varios
significados diferentes.
Por
ejemplo, el término araña tiene dos
significados («animal» y «lámpara con brazos»), igual que ratón («roedor» y «accesorio del ordenador»). En ambos casos, el
significado original de la palabra era el primero y se ha ido ampliando por
medio de asociaciones mentales realizadas por los hablantes.
1.2.2.
La homonimia
Decimos que
dos palabras son homónimas si,
a pesar de proceder de orígenes diferentes, han llegado por casualidad a
coincidir en su significante.
No se debe
confundir la polisemia con la homonimia. Son palabras homónimas, por ejemplo,
el sustantivo vino («bebida
alcohólica») y la forma verbal vino (pretérito
perfecto simple del verbo venir), o china (femenino de chino) y china («piedrecita»).
No se trata de una sola palabra cuyo significado se ha ampliado, como sucede en
la polisemia, sino de dos palabras totalmente distintas a las que la evolución
ha hecho converger en una misma forma.
1.2.3.
La sinonimia
Se produce
cuando dos o más palabras tienen un significado igual o muy parecido.
Hay
distintos grados de sinonimia:
·
Sinonimia
absoluta. Es muy poco
frecuente, pues resulta difícil encontrar dos palabras que compartan todos sus
semas y valores de uso (alquilar/arrendar,
esperar/aguardar, verano/estío). Cuando es así, es habitual que uno de los
dos sinónimos vaya dejando de utilizarse a favor del otro, tal como sucede con
la segunda palabra de cada par de los ejemplos propuestos.
·
Sinonimia
parcial. Dos palabras
comparten una parte considerable de su significado, pero no siempre son
equivalentes a causa de sus connotaciones o de las diferentes situaciones en
que se usan. Así, cara y rostro son intercambiables en frases
como La cara / el rostro de esa joven me
pareció interesante, pero no lo son en La
moneda salió cara /*rostro ni en Deberías
atreverte a dar la cara / *el rostro.
·
Sinonimia
contextual. Dos
palabras que no comparten semas pueden funcionar como sinónimas en determinados
contextos. Por ejemplo, aunque el término lince
no es en principio sinónimo de astuto,
funciona como tal en la oración Eres un
lince / astuto para los negocios.
Sucede otras veces que dos palabras
pueden intercambiarse en un contexto determinado, pero no se debe a que sean
sinónimas, sino a que el significado de una de ellas está incluido en el de la
otra. Así ocurre en En su jardín crecían
las rosas / las flores.
1.2.4.
La hiperonimia y la hiponimia
Llamamos hiperónimo a la palabra cuyo
significado abarca el de otras, que se conocen como hipónimos. Los hipónimos a los que se refiere una palabra
hiperónima son, entre sí, cohipónimos.
En el
ejemplo anterior, flores es un
hiperónimo de rosas. Rosas, claveles,
margaritas, dalias, etc., son hipónimos de la palabra flores y son cohipónimos entre sí.
1.2.5.
La antonimia
Cuando el
contenido semántico de dos términos sea de oposición, hablaremos de palabras antónimas.
Hay tres
tipos de antónimos distintos:
·
Antónimos
complementarios. La
negación de uno de ellos supone la afirmación del otro (vivo/muerto).
·
Antónimos
propiamente dichos. Entre
los dos términos propuestos se extiende una gradación (feo/guapo).
·
Antónimos
recíprocos. Un término
implica al otro (compra/venta).
2.
Componentes
básicos del léxico de la lengua española
Aparte de algunas palabras de origen prerromano (barro, perro, charco, entre otras), el léxico castellano comienza a partir
de la evolución del latín hablado
en la península ibérica. A ese vocabulario latino inicial se fueron añadiendo
en sucesivas oleadas vocablos procedentes de otras lenguas, bien a causa de los
nuevos pobladores de la Península, bien por contactos culturales. A estas
palabras tomadas de lenguas diferentes del latín se les llama
préstamos léxicos.
2.1. Palabras patrimoniales, cultismos y dobletes
Muchas de las palabras del castellano actual son el
resultado de la evolución experimentada por la forma latina original desde los
comienzos del castellano. Esta evolución da lugar a tres tipos de palabras:
·
las palabras
patrimoniales las que proceden de una palabra del
latín que ha evolucionado durante siglos
y se ha transformado de manera muy marcada. Por ejemplo, del latín apiculam, el castellano abeja.
·
los
cultismos son vocablos que no han evolucionado igual que las palabras
patrimoniales, sino que han conservado una forma más cercana a la palabra
latina de la que proceden. Por ejemplo, del latín rosam, el castellano rosa.
·
el doblete
se produce cuando una misma palabra latina da lugar a dos palabras romances,
una de ellas patrimonial y la otra, un cultismo. Por ejemplo, del latín integrum, los términos castellanos íntegro (cultismo) y entero (voz patrimonial).
Por otra parte, también aparecen en
nuestra lengua los llamados latinismos, palabras y expresiones que se conservan
prácticamente igual que en la lengua latina: currículum («relación de los cargos, trabajos y datos biográficos
de una persona, accésit («recompensa
inferior al premio que se concede en un concurso»).
Muchos cultismos fueron tomados también de
la lengua griega; es el caso de numerosos términos científicos: estomatólogo
(«experto en la boca»), psicopatía («enfermedad de la mente»), rinoceronte
(«que tiene un cuerno en la nariz»).
2.2.
Préstamos
léxicos
Los préstamos léxicos más importantes para el
castellano son los siguientes:
2.2.1.
Germanismos
Durante los siglos V y VI, los pueblos germánicos,
entre los que destacaban los visigodos, llegaron a la península ibérica. Los
germanismos entraron en el castellano tanto indirectamente, a través de los
préstamos que habían dejado las lenguas germánicas en su contacto con el latín,
como de manera directa, por la presencia visigoda en España. Algunos
germanismos son: guerra, guardar, ropa,
yelmo, espía, ganar. Observa que muchos de ellos tienen relación con la
guerra. Los germanos también dejaron en castellano nombres de persona (antropónimos).
Por ejemplo, Alfonso, Álvaro, Fernando y
Rodrigo.
2.2.2.
Arabismos
En el 711 comienza la invasión árabe. Desde ese
momento hasta el final de la Reconquista son tan numerosas las palabras árabes
que pasan al castellano que el caudal léxico de origen árabe es una
característica que diferencia al español de las demás lenguas románicas: alcázar, alfombra, acequia, zanahoria,
almohada, ajedrez, azúcar, alcachofa, algodón. Frente a los germanismos, se
advierte un predominio del léxico relacionado con la agricultura y la
artesanía. También abundan los arabismos asociados a otros campos, como las
matemáticas, la ingeniería y la administración pública (cifra, álgebra, cero, alcalde, alguacil). Por supuesto, también
hay algunos antropónimos de origen árabe (Fátima,
Almudena) y abundantes topónimos (Alcalá,
Guadiana, Benicasim).
2.2.3.
Galicismos
El francés es otra importante fuente de préstamos: monje, garaje, salvaje, doncel, hotel, jardín,
etc., son palabras procedentes de esta lengua. En su mayoría llegaron al
español en las épocas de predominio de la cultura francesa, especialmente en la
Edad Media a través del Camino de Santiago, y durante el siglo XVIII.
2.2.4.
Americanismos
o indigenismos
Con la conquista del Nuevo Mundo, el castellano entra
en contacto con las diversas lenguas precolombinas de América (náhuatl,
guaraní, quechua, aimara, entre otras). De ellas, muy diferentes entre sí,
recibe préstamos que suelen nombrar realidades desconocidas en aquella época
para los europeos, como canoa, café, caimán,
caníbal, aguacate, hamaca, tomate, huracán, patata.
2.2.5.
Italianismos
Durante el Renacimiento, a causa de la admiración por
las artes y las letras italianas, llegan al español palabras como soneto, madrigal, partitura y soprano.
2.2.6.
Anglicismos
Las palabras procedentes del inglés o anglicismos son
la aportación más importante al léxico actual: túnel, fútbol, vagón, club, jersey son solo algunos ejemplos.
Muchos de estos términos tienen relación con la informática (mail, spam, escáner, Windows, blog e
incluso el propio término Internet).
Es importante evitar la invasión de anglicismos y usarlos solo cuando se
refieran a realidades que no tienen nombre en nuestra lengua.
2.2.7.
Otros préstamos
En distintas épocas se han ido incorporando a nuestra
lengua algunos términos de los demás idiomas que se hablan en la península
ibérica: vasquismos (izquierda, pizarra),
catalanismos (paella, esquirol,
barraca, porche), galleguismos (muñeira,
morriña) y lusismos o voces que proceden del portugués (caramelo, chubasco, buzo).
A veces, también llegan al español préstamos de
lenguas lejanas como el japonés (karaoke,
yudo), el sánscrito (yoga), el
turco (yogur) y el ruso (zar).
2.3. Formas
de inclusión de los préstamos
Hay tres formas
de emplear los préstamos léxicos:
·
xenismo:
cuando la palabra se emplea con la misma forma que en su lengua de
origen, sin modificarla: blog, casting, spam, zapping, zoom, selfie, pizza,
glamour. Los xenismos
deben escribirse con letra cursiva o entre comillas.
·
adaptación: se ajusta el vocablo a las normas ortográficas y de
pronunciación del castellano: escáner,
espaguettis, fútbol, garaje.
·
calco
semántico: se produce una traducción literal del término extranjero: autoservicio
es un calco del
inglés self-service; baloncesto, de basketball.
3.
Los
cambios semánticos
Las palabras también pueden experimentar cambios en su
significado a lo largo del tiempo. Las razones que explican los cambios semánticos
son diversas:
3.1. Cambios por causas históricas
Cuando un referente evoluciona y se transforma
totalmente y la palabra que lo designa continúa siendo la misma, podemos hablar
de un cambio semántico provocado por la realidad
extralingüística. Sucede esto, por ejemplo, cuando un objeto es
sustituido en sus funciones por otro totalmente distinto que conserva su mismo
nombre, de modo que se ha producido un cambio en el significado de la palabra:
una nevera era antiguamente un lugar lleno de nieve para conservar la comida,
pero fue sustituida por un aparato que producía frío sin necesidad de nieve. Un
coche era una carruaje tirado por caballos y hoy es un automóvil.
3.2. Cambios
por causas sociales
Cuando se evita pronunciar una palabra porque
socialmente resulta de mal gusto, bien sea por pudor, por razones religiosas o
porque nombra realidades desagradables, la llamamos tabú. Son tabúes, por ejemplo, los nombres de algunas
partes del cuerpo y de funciones fisiológicas consideradas sucias o
vergonzosas. También son tabúes las palabras que tienen que ver con la muerte,
la enfermedad, la vejez y con todo tipo de situaciones que no nos gustan.
Para no usar un tabú, se busca un eufemismo, otra palabra o
expresión que sea equivalente, pero que resulte socialmente aceptable: hacer pis, en lugar de mear; ajustes de plantilla, en lugar de despidos; no conseguir los objetivos, en
lugar de fracasar; descansar en paz, en
lugar de morir; discapacitado, en lugar de inválido.
3.3. Cambios por causas lingüísticas
Si la denominación de un objeto no es una sola
palabra, sino un sintagma, puede
suceder que una de las palabras absorba todo el significado de la expresión por
contagio semántico. De
este modo, el término puro, que
significaba «limpio, sin mancha», amplía su significado y se aplica a un tipo
de tabaco, pues se ha contagiado del sintagma cigarro puro. Igual que la palabra móvil, en lugar de teléfono
móvil.
3.4. Cambios por causas psicológicas
Las causas más frecuentes de los cambios semánticos
son las asociaciones de ideas de los hablantes. Los procesos psicológicos que
pueden producir cambios semánticos son variados, pero los más importantes son
la metáfora (araña, «lámpara de brazos»; lince, «persona aguda y sagaz») y la
metonimia (por ejemplo, en la expresión tomar
unas copas, el término copas ha
adquirido una nueva acepción por metonimia, pues no designa el recipiente de
cristal, sino su contenido).
Además de las metáforas y metonimias, hay otros
cambios semánticos que también se deben a procesos psicológicos de los
hablantes:
·
la
etimología popular: en ocasiones, los hablantes establecen una asociación
mental incorrecta entre una palabra y su supuesta etimología, de modo que
añaden al término un sentido o una forma
que nunca ha tenido: mondarina, por mandarina; en deprimento, por en
detrimento.
·
la
antonomasia consiste en
darle a una persona que tiene una cualidad el nombre de otra a quien se
considera el máximo exponente de esa característica: llamamos un donjuán al hombre que es un seductor, o
decimos que alguien muy inteligente es un pitágoras.
4. Lexicografía y diccionarios
La lexicografía
es la disciplina que se ocupa de la elaboración de los diccionarios.
Un diccionario es una
obra (impresa o en soporte informático) en la que se recogen y explican los
significados de vocablos de una o varias lenguas, de una ciencia o de un saber
determinado. Las palabras están colocadas generalmente por orden alfabético.
Los que más nos interesan son los diccionarios generales, que son
repertorios del léxico de una lengua. Además del significado de cada voz, añaden
otras informaciones: su categoría morfológica (por ejemplo, sustantivo femenino), el origen de la
palabra, ejemplos de frases hechas en las que aparece el término y otros
significados que ha ido adquiriendo con el uso.
El Diccionario de la lengua española (más
conocido como DRAE) es el diccionario
general más conocido. Se trata de un diccionario normativo, es decir, dedicado a recopilar lo que los
académicos consideran aceptable y a informar de qué uso de las palabras es el
adecuado. Sin embargo, hay otras clases de diccionarios, entre los que destacan
los siguientes:
·
Los
etimológicos. Nos indican
cuál es el origen de cada palabra y explican, además, los pasos que ha seguido
su evolución hasta la palabra actual. El más conocido es el Diccionario crítico etimológico castellano e
hispánico, de Joan Corominas y José Antonio Pascual.
·
Los
diccionarios de uso. Añaden
al significado de las palabras numerosos ejemplos acerca de su uso concreto,
incluyendo sinónimos y antónimos, frases hechas con ese término y otras
palabras que suelen relacionarse con la comentada. Entre ellos está el Diccionario de uso del español, de María
Moliner. Son diccionarios menos normativos y más descriptivos, pues tratan de
reflejar lo que una lengua realmente es, no lo que debería ser. Por esa razón,
los diccionarios de uso pueden contener términos que no se admiten, por
ejemplo, en el DRAE.
·
Los
diccionarios de dudas. Se
centran en resolver los problemas que un término puede plantear al hablante.
Son diccionarios de dudas representativos el de Manuel Seco y el Diccionario panhispánico de dudas, publicado
por la Real Academia y las academias de los demás países hispanohablantes en
2005.
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